No podemos tener dudas si comentamos que existen directores que son amados u odiados a partes iguales, no dejan indiferente a nadie. He puesto muchas veces este ejemplo con David Lynch, pero también podría darse el caso con el encargado de llevar a la gran pantalla la película que tenemos a discusión, crítica u opinión. Lo cierto es que M. Night Shyamalan es uno de los directores modernos que genera una visión un poco particular sobre el terror o el suspense, incluso en la manera de contar la historia. Es innegable sus dotes y su talento a la hora de trasladar elementos naturales del día a día al mundo del celuloide y explicarlo en un ambiente de terror, tensión o como queramos llamarlo, aunque creo que iría mejor englobado en suspense, desde mi modesta opinión, el término correcto para definir sus películas. Pienso que el pilar principal de todas las obras del director indio gira en torno a lo desconocido, a ese miedo que tenemos por lo inexplicable de las cosas que suceden a nuestro alrededor. En El Bosque quedaba patente esta característica, pero de igual manera en Señales, La Joven del Agua, El Sexto Sentido, etc. Un halo de incertidumbre corría por los fotogramas de los largometrajes de este particular hombre, donde al parecer, el ser humano no tenía el control de las cosas, de lo que sucedía y eso mostraba al espectador una inquietud lejos de ser resuelta a corto plazo. En eso Shyamalan es todo un maestro.
El Incidente va por estos derroteros, pero al contrario que en sus anteriores proyectos, es erróneo la manera de presentarnoslo. Principalmente por la precaria actuación del reparto del film, encabezado por un incomprensible Mark Whalberg. No puede ser que veamos en pantalla una serie de acontecimientos pocas veces visto (en realidad tiene tela lo que sucede) y que la actuación de los actores raye a tan bajo nivel, con las escenas tan impresionantes que se pueden ver, catastrofistas a más no poder. Estas son las pretensiones de Shyamalan, realizar una cinta de suspense catastrofista, naturalista, pero rodeado de ese hilo de incertidumbre que este director suele impregnar en sus proyectos. Lo que pasa es que en esta ocasión, puede que esa simbiosis no llegue a cuajar del todo. La estructura narrativa sigue los mismos puntales que en anteriores películas, es afín a sus ideas, pero esta vez, está mal resuelta, a corre-calles y no da tiempo a establecer un nexo de unión entre lo que quiere decir y el espectador (el final es poco creíble).
Apoya o sustenta la batuta de la fuerza de la cinta en la naturaleza, dando a entender nuestro más absoluto descontrol ante algo de tan exacerbado poder como el de la propia naturaleza y el medio ambiente. En ese aspecto el largometraje cumple de largo. La música, a cargo del magnífico James Newton Howard es buena, como de costumbre, pero pasa más desapercibida también. Parece el denominador común, es una película aceptable, pero venida a menos en cada una de sus facetas, en todas, si la comparamos con las anteriores, y esto es inevitable. Ahí está su mensaje, más que claro durante todo el visionado del film, pero la actuación del reparto y algunos caminos mostrados para contarnos la historia hacen que se aleje de la maestría de sus otras obras. Una verdadera lástima pues ha desaprovechado unas ideas muy, pero que muy cojonudas.
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